domingo, diciembre 24, 2006

Guantánamo
Los crímenes democráticos
Por Elsa Claro . Granma.

LA prohibición del Gobierno norteamericano para que abogados, la Cruz Roja u organismos humanitarios entren a la base de Guantánamo, es un bumerang que les denuncia. Si hasta el momento el acceso a la improvisada prisión era limitado, impedir el contacto exterior indica que mucho de malo debe existir ahí cuando impiden que ni siquiera de forma breve y dirigida alguien pueda tener contacto con algunos prisioneros o conocer las condiciones de reclusión existentes.
Ante la avalancha de críticas tras el suicidio de dos sauditas y un yemení, y los reiterados pedidos para que el infamante sitio sea clausurado y sus moradores sujetos a juicios en regla, con las debidas condiciones, el gabinete Bush reaccionó obstruyendo la pequeña brecha con el mundo exterior que apenas tenían los reclusos. Quiere decir que quedan más expuestos.
Si las autoridades de Arabia Saudita recelaron del hipotético suicidio es de suponer que la decisión oficial norteamericana aumente sus dudas. Las permanentes denuncias sobre torturas, vejaciones incluso religiosas, que han estado sufriendo los más-menos 500 encarcelados en el territorio del Sur-Oriente cubano usurpado por Washington, se sumaron a la huelga de hambre que desde hace cerca de un año siguieron de manera intermitente diferentes reos, la mayor parte alimentados usando la fuerza contra ellos.
Se sabe que llegaron a grados de desesperación tan elevados que intentaron quitarse la vida a través de las formas más inverosímiles, al carecer de recursos idóneos para autoinmolarse. Por eso, es raro que de pronto tuvieran el medio que con mayor frecuencia fue empleado a través de la historia por otras personas en condiciones similares. No es exagerado entonces desconfiar de las versiones servidas por las autoridades del ominoso penal.
El portavoz del Ministerio del Interior saudita, Mansur al Turki, dio a conocer las sospechas de su Gobierno, pues suponen que esos reos fueron torturados, quizás hasta provocar su muerte. Según dijeron, intentarán obtener los cuerpos de los dos connacionales supuestamente suicidas, para darles sepultura, y puede que para indagar las causas reales de los decesos.
El Comité Internacional de la Cruz Roja reiteró sus inquietudes por los prisioneros y las afectaciones psíquicas que de modo extraordinario sufren, debido a la vaguedad sobre el destino que les espera. George W. Bush, por su lado, emitió una desabrida condolencia y es difícil creer que es sincero, pues la Casa Blanca puso en solfa el intento colectivo de suicidio ocurrido el mes pasado e ignoró la petición de un grupo de la ONU que el 19 de mayo dictaminó que mantener a detenidos de manera indefinida en Guantánamo viola la prohibición mundial contra la tortura.
Diferentes Jefes de Estado, como la canciller germana, Angela Merkel, aludió al tema en su visita al Jefe de Estado norteamericano, en tanto el primer ministro danés, Anders Fogh Rasmussen, le dijo a Bush que hechos como los de Abu-Ghraib o Haditath, en Iraq, o la existencia de ese agujero horrendo en Guantánamo, son inadmisibles. Algo similar dijo el fiscal general británico, Lord Goldsmith, otra de las varias personalidades que recientemente pidieron acabar con la bochornosa instalación.


 
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