martes, julio 03, 2007

No hubo TLC “rapidito”
La defensiva de Uribe
El Nuevo Siglo

No se sabe si fue una ocurrencia o una idea largamentemeditada. En todo caso, el Presidente perdió los estribos, está cambiando depolítica, o ideológicamente busca otro espectro, al estilo “chavista”, comoquedó demostrado con su rabiosa intervención en Buenaventura contra EstadosUnidos, tras enterarse de que se habían negado a incluir a su gobierno parala firma del TLC, apartándolo de Perú y Panamá, y sumiéndolo en eldescrédito continental después de haber prometido que se firmaría“rapidito”.

Ya lo había advertido la poderosa bancada del Partido Demócrata, tras lasinfructuosas e improvisadas visitas del primer mandatario al país del norte,cuando las mayorías parlamentarias decidieron poner a su administración bajocuidados intensivos. “Mientras no cambian allá, no podemos cambiar aquí”,sostuvo uno de los congresistas estadounidenses.

Y ese es el mensaje franco,claro, categórico, que aún resuena entre quienes saben que el TLC esnecesario para Colombia, pero que hasta que el país no modifique ciertaspolíticas, actitudes y criterios, será inviable su pertenencia serena yauspiciosa dentro del concierto internacional.
El estado de derecho colombiano sufre de una erosión institucional a causade la arbitrariedad, la evasión de las realidades y la desaprensión enderechos humanos.


Tres millones de desplazados; decenas de fosas comunes queameritan un estruendo universal de las mismas magnitudes al reciente ytenebroso asesinato de los once diputados del Valle, con el agravante de quelos miles de cadáveres nunca regresaron y fueron descuartizados para impedirsu identidad; un crecimiento económico acaballado, en parte, en el flujo yreflujo del narcotráfico, que es una de las bases de su sostenibilidad, yque hace felices a los usufructuarios; y tantos elementos más que desdibujan aquella Colombia que muchos quisieran ver inserta en el abanico de lasnaciones civilizadas, permiten esa visión no catastrófica, sino realista, deun país que requiere escenarios diferentes para dejar volar un espíritudrenado por el belicismo, el oprobio y el materialismo.

A ello se suma no sólo el baldón de la parapolítica, que ha descubierto losvínculos entre el paramilitarismo y servidores públicos hasta los más altosniveles, así como el cuestionamiento a empresarios y multinacionales, comola Drummond y Chiquita Brands, actualmente bajo indagaciones del Congresonorteamericano, sino que aún más escandalosa ha sido la sugerencia del mismo Presidente según la cual es necesario buscar la impunidad de los implicados.

Es decir, que mientras allá el Congreso actúa, activa el control político,envía señales de lo que está bien y mal, aquí se cranean obstáculos a lasinvestigaciones de la Corte Suprema de Justicia, única institución que estáquedando para traducir los valores democráticos en toda su dimensión cabal ycivilizadora.

No es, pues, con retóricas extravagantes, ni nombrando gerentes del TLC,como si el dilema fuera burocrático, que se puede demostrar la dignidadcolombiana. Sólo las acciones, los hechos, las sentencias, pueden sacar alpaís del abismo. Una actividad tan simple y majestuosa, como el respeto a laley, y una noción tan sencilla y definitiva, como que no se puede hacerpolítica asociada con las armas, la droga, el asesinato y la corruptela, sonaxiomas que aún se pueden y se deben recuperar.

Afirmó el Presidente que “nosotros no le decimos a Estados Unidos que cuidea Colombia, que es el único aliado sólido que le queda en América Latina.Nosotros le decimos a Estados Unidos que respete a Colombia”. ¿Y quien laestá irrespetando? ¿Acaso los Demócratas lo hacen por pedir lo mismo que lamayoría de los colombianos? Por lo demás, cuando se exige respeto, el que lohace es quien se siente irrespetado.

El error consiste en confundir elgobierno con Colombia. Una cosa es el país y otra una administración que sesiente cuestionada por pedir que no exista impunidad ni con lossindicalistas, ni con la parapolítica. ¿Acaso si pidiera justicia ejemplarnos estarían monitoreando?

Cierto, eso sí, que el único aliado latinoamericano de esa guerraignominiosa que se libra en Iraq fue el gobierno de Uribe. Una mácula, portodo lo que ello encarna de prepotencia, equivocaciones, mentiras. Y no essobre esa base deleznable que se pueda reclamar una mejor óptica.

De colofón el Presidente se autocomparó con Anastasio Somoza, aquel que,según informó, Estados Unidos consideraba como uno de “esos dictadores HP…,pero son nuestros”. Y añadió: “a nosotros no nos tienen que decir cuiden aSomoza que es el único aliado que nos queda”.

A nadie se le había ocurrido comparar a ningún Presidente colombiano con elsátrapa nicaraguense. Sólo ahora, en medio de semejantes estridencias, frutode un nacionalismo huero y emanado de una defensiva ansiosa.


 
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