Las preferencias distributivas
Desempleo, crecimiento y precarización del trabajo
Por Helena Villamizar García-Herreros. El Nuevo Siglo
Evidentemente algo funciona muy mal en una sociedad en la que elevadas tasas de crecimiento económico se acompañan de creciente desempleo y en la cual el número de pobres o excluidos que deben ser atendidos por los subsidios estatales en vez de reducirse, aumenta año tras año. La evidencia es elocuente.
Según el Dane el desempleo creció respecto a junio del pasado año en 0,6% y la informalidad y los puestos temporales aumentaron. “Respecto a la Protección Social, la precarización del trabajo hace que cada vez sea menor la proporción de quienes cotizan a la seguridad social respecto de quienes demandan asistencia pública del Estado.
Las cotizaciones se hacen sobre la base de una relación salarial formal, y esa relación hoy día es una especie en vías de extinción (…) mientras en 1999 por un afiliado al régimen contributivo había 0,7 en el subsidiado, en 2006 había 1,7, desbalance que el gobierno pretende superar obligando a la cotización de los no asalariados, para lo cual extrema controles” 1/
Ello confirma, que el crecimiento no ha afectado favorablemente la creación de empleo y sobretodo de puestos de trabajo dignos y estables en el país, y que la reforma laboral de la actual administración no generó empleo, artilugio con el que se impulsó su aprobación.
Esta situación es resultado de preferencias distributivas, de la sustitución de factores en contra del trabajo auspiciada por cambios institucionales y políticas a favor del capital, bajo la visión del trabajo como un costo al que hay que reducir para competir frente al mundo, que el gobierno Uribe ha llevado a su máxima expresión.
Los supuestos efectos de “derrame” del crecimiento hacia los más pobres han sido desmentidos por la realidad.
Dos millones doscientos cincuenta y tres mil colombianos padecen desempleo, es decir ingresos nulos, o muy precarios si estos se derivan de la informalidad, con efectos multiplicadores sobre la pérdida de dicha demanda.
Pero ello no es importante en términos del crecimiento bajo la tesis, muy conveniente a ciertas preferencias distributivas, del “crecimiento hacia fuera” según la cual el mercado interno se agotó y el motor del crecimiento necesariamente tiene que estar en las exportaciones.
Tal imperativo no tiene sustento riguroso ni en la teoría ni en la evidencia empírica, como lo han demostrado estudios de prestigiosos académicos.
El “crecimiento hacia afuera” aplicado bajo un modelo de inserción en la economía mundial que difiere ampliamente del seguido por los países asiáticos exitosos, impone la reducción salarial para competir entre pobres.
En este marco se inscribe la ley 90 del gobierno Gaviria de “flexibilización laboral, perfeccionada por la Reforma laboral del mandato Uribe -Ley 789 del 2002- La evidencia es elocuente en desmentir el predicado de que estas contribuirían la creación de empleo.
El “crecimiento hacia fuera”, basado en la idea pura del libre comercio de la actual globalización no se plantea como tarea pública el avance productivo; éste se deja a los mercados cuya deficiente coordinación de las principales variables macroeconómicas para los propósitos del desarrollo lleva a resultados perniciosos como la revaluación del peso que viene ocurriendo desde hace ya varios años, con severas repercusiones en el empleo.
Y paradójicamente ésta ocurre en el marco de un creciente déficit en cuenta corriente que por ahora se financia con la venta de las empresas más prósperas del patrimonio público y de grandes empresas nacionales, cuyas repercusiones futuras sobre el ingreso nacional ya empiezan a manifestarse.
En este marco de políticas distributivas a favor del capital y en especial del extranjero “lo social ya no se trata de la protección al trabajo y los derechos laborales. Esto último es calificado por el Plan de Desarrollo como “privilegios sindicales”.
Ya no se trata de que las personas tengan la garantía del derecho al trabajo sino que sean empleables”1/, sin importar cuan precario sea este trabajo.
La remuneración a los trabajadores es vista como una carga, y no en su dimensión de ingreso en que el Estado de Bienestar europeo y el modelo de ampliación del mercado interno en América Latina lo concebían y que dio lugar a un pacto social capital-trabajo en la posguerra, que el actual modelo de globalización hizo pedazos.1/
Lo social pasó así a centrarse en la “protección de los ingresos”, una política de atención a los excluidos del modelo (que cada vez son más), a semejanza de la caridad de las sociedades San Vicente de Paul que brindaban limosnas a los pobres. El gobierno Uribe en esto ha sido maestro.
Mientras el desempleo se amplía y las gabelas al capital se multiplican, los planes de “Superación de la pobreza extrema” crecen y cobijan en la actualidad a un millón quinientas mil familias pobres, con dineros que entrega la presidencia y que le garantiza la devoción de la población favorecida.
“Los recursos para la “Superación de la pobreza extrema” provienen del recorte de las transferencias a los gobiernos locales.
El programa vale 19 billones de pesos durante el cuatrienio 2007-2010, que es un monto similar al valor del recorte efectuado por el Congreso en junio pasado.
Lo que demuestra que dicho recorte en el fondo no se hizo por razones de ajuste fiscal –como se afirmó hasta el cansancio- sino más bien para trasladar a la Presidencia el clientelismo que con las transferencias se hacía en los gobiernos locales.”1/
Las mayorías uribistas en el Congreso (cuya legitimidad está en entredicho), aprobaron dicha reforma constitucional, así como el TLC, la privatización de ECOPETROL, la eliminación del impuesto a las remesas al exterior para la inversión extranjera y un largo etcétera de políticas distributivas que profundizan el modelo de desarrollo ruinoso impuesto por intereses ajenos a los de la mayoría de colombianos desde los años noventa y cuya manifestación más palpable es el elevado desempleo aún en épocas de “vacas gordas”.
1/ Cesar Giraldo, Política Social Uribe Vélez. Sombras Nada Más”, en Le monde Diplomatique edición #58
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