miércoles, agosto 08, 2007

“¡Paraco asesino!, ¡paraco asesino!”
Después de haber recorrido a pie más de 1.000 kilómetros en busca de lograr que el Presidente acceda al acuerdo humanitario para lograr la liberación de su hijo y los demás cautivos, el profesor Moncayo recibió del peimer mandatario un portazo en la cara

Por Camilo Raigozo. VOZ

En medio del conflicto económico, político, social y armado que padece el país desde hace más de cinco décadas, el 21 de diciembre de 1997 la insurgencia de las Farc atacó la base militar de Patascoy en el departamento de Nariño. En el combate murieron 10 soldados y 25 más fueron hechos prisioneros de guerra por ese grupo guerrillero. Fue entonces cuando empezó el sufrimiento para la familia Moncayo Cabrera. Dolor que comparten con otras 46 familias.

De los militares de Patascoy puestos en cautiverio por las Farc, 23 consiguieron la libertad gracias al acuerdo humanitario llevado a cabo entre ese grupo insurgente y el gobierno del presidente Andrés Pastrana en junio de 2001, quedando por fuera el cabo primero José Libio Martínez y su compañero, también cabo primero, Pablo Emilio Moncayo Cabrera, hoy los retenidos más antiguos del país, pues en menos de cinco meses cumplirán 10 años perdidos en las selvas de Colombia.

Desde la posesión de Álvaro Uribe como presidente el 7 de agosto de 2002, las Farc le han propuesto con insistencia realizar un intercambio humanitario de prisioneros, despejando para ello los municipios de Pradera y Florida en el Valle del Cauca, sin encontrar ninguna respuesta seria por parte del mandatario. “No despejaré un solo milímetro cuadrado a los criminales de las Farc”, ha dicho en múltiples ocasiones el Presidente. Hay quienes afirman con asombro, que mientras el presidente Uribe se niega a despejar un milímetro para liberar a los militares y civiles en poder de las Farc, le ha entregado el país a los paramiliatares.

En vista de tantos intentos fallidos y tantas ilusiones frustradas por ver a su hijo nuevamente en casa, el profesor de ciencias sociales en una institución educativa en su pueblo, Sandoná, situado en las goteras de los límites con Ecuador en el departamento de Nariño, Gustavo Moncayo, optó por realizar una empresa gigante e insólita: recorrer a pie más de 1.000 kilómetros que hay desde su pueblo hasta la Plaza de Bolívar en Bogotá para llamar la atención tanto del Gobierno y las Farc, como de la sociedad colombiana, para que impulsen con urgencia el anhelado acuerdo humanitario que saque del sufrimiento que padecen las familias de los retenidos en las selvas.

Llegada a la Plaza de Bolívar

En su proeza de 46 días, el profesor Moncayo pisó tierra de ocho departamentos sin que ningún obstáculo lo hicieran desistir de sus objetivos. Fue así como el pasado primero de agosto culminó su travesía en la Plaza de Bolívar de Bogotá, donde lo recibieron con admiración y cariño decenas de miles de personas que se volcaron a las calles y a la Plaza para saludarlo y ratificarle su apoyo.
En su discurso de esa tarde el profesor criticó a la sociedad colombiana y al Presidente por su indiferencia frente al acuerdo humanitario y afirmó también que el Gobierno invierte mucho más en la guerra que en educación. “Hoy Colombia ha dicho sí al intercambio humanitario”, dijo

El profesor le contó a la muchedumbre que lo escuchaba con atención en medio de las arengas a favor del “acuerdo humanitario con despeje ya”, que cuando tuvo que visitar un hospital por sus laceraciones en los pies, le tocó pernoctar sobre una “camilla” a la que los resortes de la colchoneta se le salían por todos los lados causándole más maltrato del que ya tenía. Cuando concurrieron los medios, la enfermera quiso tapar por pena los alambres de la colchoneta. El profesor lo impidió diciéndole “no hay que taparlos, esa es nuestra miseria”.

También contó el “Caminante por la paz” entre otras múltiples anécdotas, que en su camino, le habían salido dos niños a su encuentro para saludarlo y desearle la pronta liberación de su hijo. Cuando él los miró, vio que en vez de calzado tenían barro en sus pies. Una señora le comentó que eran niños trabajadores y que tenían ocho y nueve años de edad. Según le contaron los niños, ellos trabajan el barro y cuando el patrón esta bien, les paga 2.500 pesos el día, y cuando está mal 2.000 pesos. “¿Es justo que los niños estén trabajando y no en la escuela?”, se preguntó el profesor.

Portazo de Uribe al profesor

En su primera noche en la Plaza de Bolívar en la capital, “El caminante de la paz” se reunió con los representantes de la Iglesia Católica y con 19 embajadores en Colombia. Al otro día lo hizo con el presidente Uribe durante tres horas, en las que el mandatario le ratificó al humilde profesor que no haría despeje por ningún motivo. La arrogante respuesta del Presidente sumió a Gustavo Moncayo, a doña Stella Cabrera, padres del cabo Pablo Emilio Moncayo Cabrera, y a otros familiares de retenidos que los acompañaban en esos momentos en una profunda desilusión.

Al encuentro con el maestro, el Presidente acudió con un séquito de intimidantes personalidades de su gabinete. Lo acompañaron entre otros, el ministro del interior, Carlos Holguín Sardi, el comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, el canciller, Fernando Araujo, el intendente John Pinchao y otros mandos militares. Con dignidad el profesor Moncayo no se dejó amilanar y en un momento de su proclama le dijo a Uribe: “usted no es ningún dios para que se crea el dueño de la vida de mi hijo”.

Luego de la reunión en el cambuche del maestro, el estratégico Presidente llevó a su adversario a su terreno predilecto donde todo estaba preparado para una victoria segura, desde luego, como siempre, con el apoyo incondicional de los poderosos medios. El debate en la plaza pública. Pero con lo que el vociferante mandatario no contaba era con la férrea dignidad del profesor Moncayo y con el rechazo unánime de las miles de personas que respaldaron al ‘Caminante por la paz’. Al Presidente le gritaron entre otras arengas, “¡paraco asesino!, ¡paraco asesino!”. Uribe, por su parte, aseguró que los manifestantes eran saboteadores "que vienen a abrirle el camino a la guerrilla".

El Presidente de manera oportunista manifestó, que “Si las Farc liberan a los secuestrados, con participación de la comunidad internacional, el Gobierno acepta una zona de encuentro para pactar la paz en 90 días con las Farc”, Uribe recibió inmediatamente una rechifla de la concurrencia debido a que la propuesta planteada era una burla al sufrimiento de las familias que esperaban un gesto de grandeza del Presidente.

Continuó con otro ofrecimiento igual de ridículo al anterior. Dijo que liberaría a algunos guerrilleros presos en Colombia con la condición de que no volvieran a la guerrilla, sí las Farc liberaban a los detenidos. A los guerrilleros extraditados a Estados Unidos, Simón Trinidad y Sonia, no los tendría en cuenta.

La dignidad del ‘Caminante por la paz’

Por su parte el ‘Caminante por la paz’ refutó las condiciones de Uribe para lograr la liberación de los secuestrados, criticó las acciones del Gobierno en torno a los acercamientos con las Farc y aseguró que la liberación de hace más de dos meses de más de 170 guerrilleros presos no sirvió de nada. “La liberación de Granda no sirvió de nada, porque el no es vocero de las Farc”, dijo indignado Moncayo y agrego a continuación, “entonces para que hacer propuestas que no sirven. No hay que hacer propuestas por hacer propuestas”, le indicó el ‘Caminante’ al Presidente, en medio de fuertes aplausos del público.

“¿Por qué tenemos que esperar nosotros que a nuestros hijos nos los entreguen como a los diputados del Valle? Quien haya disparado la bala ya no importa, lo importante es ahora que los entreguen con vida”, increpó entre otras cosas indignado Moncayo a Uribe.

Luego, mientras el presidente continuó su perorata en tono enérgico, el profesor y su mujer se fundieron en un abrazo y lloraron largamente, ante la mirada compasiva de los asistentes a la Plaza de Bolívar, que con rabia le seguían gritando a Uribe: “¡paraco asesino!, ¡Paraco asesino!, ¡paraco asesino”!.


 
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