lunes, septiembre 17, 2007

Balance del jefe de la misión de apoyo de la OEA al proceso de paz
Sólo 1 de las 3 estructuras paras se ha desmontado: Caramagna
El delegado argentino señaló que quien piense que con la desmovilización y el desarme se terminó el paramilitarismo, está pidiéndole al proceso algo que no es capaz de dar
Por: Daniel Valero. El Nuevo Siglo

El proceso de desmovilización de los grupos paramilitares sólo ha permitido el desmonte de la estructura militar de esos grupos pero no así de la parte política y económica. Así lo dio a entender el argentino Sergio Caramagna, jefe de Misión de Apoyo al Proceso de Paz en Colombia de la Organización de Estados Americanos (OEA), quien en entrevista con El Nuevo Siglo advirtió que la persona que piense que con la desmovilización y el desarme se terminó el paramilitarismo, está pidiéndole al proceso algo que no es capaz de dar.

El Nuevo Siglo: ¿Los grupos paramilitares aún mantienen sus estructuras políticas y económicas?

Sergio Caramagna: Los grupos paramilitares tenían tres estructuras: una militar, una política y otra económica. Hasta el momento, con el proceso de desmovilización, sólo se desmontó la primera. Saque usted mismo su propia conclusión.

E.N.S.: ¿Por qué los paramilitares continúan con sus estructuras vigentes, luego de acogerse a la Ley de Justicia y paz con el actual Gobierno?

S.C.: Si se parte de una definición amplia y comprensiva del fenómeno del paramilitarismo, hay que entender que una desmovilización y desarme no significan la terminación automática del paramilitarismo. Significa un paso en el debilitamiento de una estructura muy poderosa, pero no el fin del fenómeno.

El fin del paramilitarismo se inscribe en el marco de la lucha contra la ilegalidad, contra las formas ilegales de violencia, de ejercer el poder, de hacer política o de manejar economías.

De manera que el que piense, honestamente, que con la desmovilización y el desarme se terminó el paramilitarismo me parece que está pidiéndole al proceso algo que no es capaz de dar. El proceso de finalización del paramilitarismo es un esfuerzo a largo plazo de las instituciones, de la población, de la gente que quiere realmente a Colombia para superar la ilegalidad en todo sentido. No solamente la del paramilitarismo, sino la ilegalidad que tiene una influencia fuerte en determinadas áreas y estamentos de este país. Ese es el tema.

La gente tiene que preguntarse hoy si se debilitó el paramilitarismo con la desmovilización, porque sorprendentemente he escuchado críticas que dicen que se fortaleció, que hoy hay más paramilitarismo que nunca, que los rearmes son brutales.

Yo no comparto eso opinión.

¿Cuál es el objetivo de una desmovilización y desarme?

Debilitar las cadenas de mando, debilitar las estructuras armadas y, nosotros, una y otra vez, aclaramos que la desmovilización y el desarme están dirigidos, esencialmente, a tratar de desestructurar ese poder armado base de la intimidación en los territorios, base del poder en los territorios.

Justicia y Paz

E.N.S.: ¿Cómo está el proceso de desmovilización paramilitar? ¿Qué falencias se presentan y qué logros han sido alcanzados?

S.C.: Sostenemos, clara y firmemente, con el secretario general de la OEA, el doctor José Miguel Insulza, y los miembros de esta Misión, que el proceso en Colombia es positivo, es un paso importante.

El tema de Justicia y Paz abre espacios y posibilidades a los colombianos. Abre posibilidades muy importantes y pone al país, como decimos nosotros en el informe noveno, en un momento crucial, en un momento en el cual la institucionalidad, la legalidad, la lucha contra la violencia está en un momento de definiciones muy importantes.

Para nosotros, y desde el mandato nuestro, los logros pasan, esencialmente, por tres aspectos: la recuperación del Estado de territorios en los cuales tenían mucha influencia estos grupos y el asentamiento allí de las instituciones; otro punto fundamental es la reintegración a la vida civil de los desmovilizados, que es muy importante.

Y el tercer tema es el delicado y complejo proceso de la aplicación de la Ley de Justicia y Paz. Desde nuestro punto de vista, y desde nuestro mandato, esos tres elementos son esenciales.

Dentro del proceso de Justicia y Paz, el tema de las víctimas adquiere una importancia enorme, porque más allá de las consideraciones que se hayan hecho, y que se sigan haciendo sobre los alcances de la norma, el hecho de que hoy Colombia tenga un proceso donde 70 mil colombianos y colombianas están reclamando la verdad y la reparación le da una legitimidad social enorme a un proceso que nace con grandes cuestionamientos.

E.N.S.: ¿Pero las críticas al proceso de desmovilización continúan aumentando?

S.C.: Uno logra mucha más claridad en el sentido positivo de este proceso cuando habla con la gente que ha sufrido la violencia, con las víctimas. En Bogotá, por ejemplo, en determinados ámbitos de discusión, permanentemente, se recalcan los problemas, las dudas y los obstáculos, y todas esas opiniones están teñidas y permeadas por un gran escepticismo respecto al proceso.

Pero cuando uno va a las regiones, a los territorios en donde la gente no tiene mucho tiempo para andar haciendo ese tipo de reflexiones, sino que tiene que sobrevivir en condiciones difíciles, qué le dice la gente a uno: le dice que se abre una luz de esperanza, que hoy estamos en otras condiciones, que hoy estamos reclamando derechos, que hoy estamos tratando de conocer la verdad, que esto nos da algunas posibilidades.

E.N.S.: ¿Pero la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas dice que los paramilitares continúan con sus estructuras políticas y económicas en diferentes regiones del país?

S.C.: Hay una cosa muy importante en la declaración de la Alta Comisionada, la señora Luisa Albour, en cuyo discurso dijo claramente que el proceso de desmovilización y desarme de las autodefensas es un paso positivo. Nadie desconoce los problemas y los obstáculos, y menos las personas que estamos trabajando desde adentro de este proceso. Hay enormes dificultades. Lo que tenemos que replantear siempre es cuál es nuestra actitud, ya sea como funcionarios u organismos internacionales, o como colombianos, frente a lo que vive el país.

Me parece que a Colombia no hay que dejarla sola, hay que seguir acompañándola, seguir atendiendo temas que, inequívocamente, constituyen avances importantísimos y objetivos de este proceso.

Rebrote

E.N.S.: ¿Qué opinión le merece que la misma Comisión Nacional de Reparación indique que el país está ad portas de una tercera generación del paramilitarismo?

S.C.: El doctor Eduardo Pizarro ha realizado un extraordinario trabajo al frente de esa Comisión y tiene todas las bases investigativas para realizar tal afirmación. Sin embargo, se debe recordar que, a pesar de los obstáculos que ha tenido el proceso, hemos logrado cosas importantes.

Lo que sucede es que el fenómeno del paramilitarismo no va a desaparecer de un momento a otro. Es una función de las instituciones combatir con fuerza todos los rebrotes que existan en cualquier región del país.

Es claro que las asociaciones con el narcotráfico conducen a que en Colombia, posiblemente, estemos prontos a vivir un fenómeno de narcoparamilitarismo que puede afectar notablemente tanto el proceso como a la población civil y a las mismas instituciones.

El narcotráfico influye en diferentes instancias colombianas, y el temor que tenemos es que se asocie con los grupos que no se acogieron al proceso de desmovilización y conformen nuevas bandas ilegales, como efectivamente ya lo han advertido diferentes organizaciones que siguen de cerca el proceso.


 
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